6.8.08

un día sin día. (ni noche).

La melodia de la rutina suena a eso, a rutina. Una monótona repetición bicromática de accidentes que giran en torno a uno, en donde ese uno pareciera estar pasiblemente condenado a revivir sus acontecimientos diarios, perfeccionando cada día para corroborar y confirmar que su vida gira en torno a la rutina y no la rutina a él.

Una compleja sistematización de la utilidad humana para convertirse por sí misma en la voluntad misma, la necesidad diaria, conditio sine qua non vitae. La personalidad de la sociedad confiesa una inexpresiva y temerífica vocación a la conformidad, una reluctancia a la ponderación de las cuestiones básicas.

La melodía inequívoca cotidiana se vuelve cada vez más insonora ante el oído human; tal es su atenuación que resulta en un ínfimo zumbido con el pasar de los años, como una música de fondo que esporádicamente se expresa y nos embriaga de su vacío cuando súbitamente percibimos su falta de presencia (no su ausencia).